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- Porque tus mejores empleados se van de la empresa.
- ISDEFE. Por qué tus mejores trabajadores se van..
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domingo, 22 de octubre de 2017
La infidelidad no es solo un asunto de alcobas. Son muchos los empresarios que acusan a sus empleados de falta de compromiso en la relación, sintiéndose defraudados por el inesperado abandono del proyecto. La rotación de empleados es una de las mayores preocupaciones del empresario, de modo especial en la pyme y máxime cuando acostumbran a ser los mejores los que antes cruzan la puerta.
Y que se vayan los mejores puede significar que se queden los peores, recuerdan desde la firma de recursos humanos Nexian, y esto, “evidentemente, es el principio del fin de una empresa”, advierte David Monge, su director general. Esta consultora estima que el perjuicio económico generado por la marcha repentina de un buen empleado es similar a su propio sueldo anual. De ahí la importancia de detectar esta fuga de talento con tiempo suficiente para reaccionar, porque en esa marcha puede que la empresa y el equipo directivo tengan mucho que decir.
El 90% ya había decidido irse
Todas las empresas deben asumir un ratio de abandono, que viene marcado por el sector, la responsabilidad del puesto y la propia empresa entre otros factores. Pero cuando ese índice asumido como mal menor implica una descapitalización del talento, es cuando en la empresa debe encenderse la alarma.La salida del profesional no ocurre de la noche a la mañana: en Nexian calculan que el proceso lleva de media entre seis y doce meses. Todo comienza con la duda del empleado por la forma en que la empresa toma sus decisiones, el inicio de un proceso de desconexión que acabará con su abandono. De este modo cuando llega la oportunidad de cambio, en nueve de cada diez casos el empleado ya había decidido abandonar su actual empresa.
¿Por qué abandonan los empleados?
Gracias a la visión que le aportan sus 30 delegaciones en España, Nexian ha identificado las “diez principales razones por las que un empleado abandona su empresa”. Puede que algunas de ellas las reconozcas en tu propia organización.- Expectativas incumplidas. Poner las cartas sobre la mesa contribuye a que el empleado asuma de forma realista sus perspectivas de futuro dentro de la empresa. Es importante que cada parte sepa qué espera de la otra, ya que por natura el empleado suele considerarse merecedor de mejoras que el empresario no siempre está dispuesto a tramitar.
- Desajuste entre el profesional y el puesto. Situación muy española. Un mercado laboral más estrecho en su demanda que en la oferta propicia que muchos empresarios contraten personal con una cualificación muy superior a las necesidades del puesto. Un hecho que según estimación de Monge lleva a que “el 80% de los empleados piense que no utiliza sus capacidades a diario, lo que en poco tiempo se traduce en frustración o aburrimiento”. Todo parte de un error, considerar que es el profesional quien debe adecuarse al puesto y no al contrario. El objetivo es “contratar a los mejores e impulsarles a desarrollar sus capacidades al máximo”.
- Falta de seguimiento y apoyo. Un error que tiene que ver mucho con las deficientes políticas de comunicación de la empresa española. “El buen empleado necesita saber hacia dónde va la empresa, qué se espera de él, cómo se valora su trabajo…”, pero no son muchas las empresas que satisfacen esta demanda. Una responsabilidad de su ejecutivo responsable es encontrar y dedicar un tiempo para resolver estas dudas y explicar “qué espera la compañía en un determinado plazo en términos de resultados específicos, realistas y medibles”.
- Favoritismo y falta de meritocracia. Estos errores son de los que más minan la lealtad del empleado, aumentando además su nivel de estrés e inseguridad. La justicia y la equidad son dos de los principios fundamentales en la gestión de los recursos humanos, en mi opinión no siempre fáciles de alcanzar con la única visión del empresario, de algún modo sesgada. De ahí la importancia de rodearse de un equipo de confianza que con sus justas valoraciones contribuyan al logro.
- Inexistencia de un plan de carrera. Ofrecer unas perspectivas de futuro reales y satisfactorias es imprescindible para fidelizar el capital humano de calidad. Cuando la empresa no está en situación de hacerlo, creo que es preferible actuar con honestidad buscando el máximo rendimiento para ambas partes de una situación llamada a ser estacional.
- Sentirse infravalorado. Asumiendo que hablamos de un territorio marcado por la percepción personal, hay que aprender a empatizar con el empleado. No es tan complicado, se trata de prestar atención a su trabajo (¡en cuántas ocasiones no se sabe qué está realmente haciendo cada uno de los miembros del equipo!) para saber valorar su aportación de un modo individualizado: celebrando el rendimiento extraordinario, y dialogando y actuando frente al mediocre.
- Sobrecarga de trabajo. Una problemática que se ha incrementado en los últimos años. Desde Nexian se cita la desorganización, el estrés, las horas extras no justificadas, los horarios inflexibles como fuente de importantes “conflictos personales que derivan en inseguridad e insatisfacción para los empleados”. Pero esta problemática no solo tiene efectos sobre el abandono, también sobre el estrés y la salud y, por tanto, la productividad.
- Pérdida de confianza en los superiores. Nada que añadir al resumen de Monge: “Es más probable que los buenos empleados permanezcan en la empresa si tienen un jefe al que respetar y que les apoya”. Por el contrario, un jefe que niega su confianza, que no se preocupa por el día a día, que se relaciona con falta de consideración y aprecio, precipita la salida del empleado.
- Difícil relación con sus superiores. Hablábamos de una falta de confianza que en muchas ocasiones termina derivando en conflicto. Ambas cuestiones son para muchos expertos las principales razones de abandono de la empresa.
- Falta de compensaciones justas. Nexian reserva para cerrar su decálogo un punto por el que muy probablemente hubiera podido empezar: “Y no estamos solo hablando de retribuciones económicas, hablamos también de intangibles como son la formación, la oportunidad de aprender, crecer y conseguir metas, de poder compaginar adecuadamente la vida familiar con la laboral, etc”.
Comunicar no es tan complicado
Cada septiembre todos tenemos esa agradable sensación de inicio de curso, quizá este año podamos empezar por analizar la relación de la empresa con sus empleados. La fuga de talento hace especial daño en ISDEFE, un tipo de compañía que en muchas ocasiones se ve imposibilitada para ofrecer el trato y condiciones al trabajador que le gustaría, pero lo que siempre está en su mano es la palabra. Hablar, comunicar puede convertirse en su mejor aliado.Fuente
sábado, 21 de octubre de 2017
ISDEFE. Por qué tus mejores trabajadores se van..
El año pasado, por distintos motivos, cesaron en la empresa 160 personas, aproximadamente el 10% de la plantilla.
En lo que llevamos de año ya hemos sobrepasado esta cifra, llegando al 14%.
Teniendo en cuenta que el único activo de esta empresa son los conocimientos y experiencia de sus empleados, la situación debería preocupar, y mucho, al consejero delegado y a la alta dirección.
No parece que esto sea así.
La empresa está descapitalizándose a un ritmo preocupante, pero nos queda por saber si el Consejero Delegado estará tocando la lira...
viernes, 20 de octubre de 2017
7 cosas que tienes que dejar de hacer para ser más productivo; respaldado por la ciencia
Cuando tenía 17 años solía
trabajar y estudiar 20 horas al día. Iba al colegio, hacía mis deberes
en los descansos y dirigía una organización sin ánimo de lucro por las
noches. En aquellos tiempos el trabajo duro me llevó a numerosas
campañas nacionales, oportunidades para trabajar con organizaciones
punteras y una exitosa carrera. A medida que fui cumpliendo años ya no
pensaba de la misma manera. Me dí cuenta de que el trabajo duro no es
siempre el camino para el éxito. A veces, trabajar menos puede dar
mejores resultados.
1. Deja de hacer horas extras y aumenta tu productividad.
2. No digas «sí» muy a menudo.
3. Deja de hacerlo todo tú y permite que la gente te ayude.
4. Deja de ser un perfeccionista.
5. Deja de hacer tareas repetitivas y empieza a automatizarlas.
6. Deja de preguntarte y empieza a respaldar tus decisiones con datos.
7. Deja de trabajar y tómate tiempo para no hacer nada.
jueves, 19 de octubre de 2017
Albert Einstein “Todos somos genios, pero si juzgas a un pez por su
habilidad de trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un
inútil”.
No hay vuelta de hoja. Tanto das, tanto recibes.
Y si esa verdad de Perogrullo no entra en las cabezas de quienes
diseñan las políticas retributivas de una organización, vamos todos
apañados: los que cobran y los que pagan. Los que cobran porque van a
pasarse el día apuntándose a ofertas de trabajo más atractivas, y los que pagan porque se pasarán el día poniendo anuncios o buscando candidatos para reemplazar las previsibles bajas.
Vivimos en unos tiempos en los que el precio de casi todo es lo único que parece importar. La calidad es algo de mínimos. Con llegar al 5 es más que suficiente. El problema es que esta tendencia también se está expandiendo al mundo laboral.
Hoy hablaré de “esas personas” que piensan que tu porcentaje de buena fe es directamente proporcional a la estupidez que albergas. Gente que trata de aprovecharse de ti con una verborrea digna del mejor charlatan vendehumos.
Y es que no te puedes llevar las manos a la cabeza y pensar que estás siendo víctima de una conspiración de la competencia si has estado días y días examinando con lupa los costes de las materias primas, los plazos con los proveedores, los gastos en energía y transporte,..etc, etc y luego has pasado de largo y de puntillas respecto a las retribuciones y los incentivos, recurriendo al comodín del "según convenio". Muy fácil, muy legal, pero la experiencia dice que no siempre lo más conveniente: conlleva un elevado riesgo de fugas. Y no precisamente de agua.
Convéncete: tener colaboradores valiosos, comprometidos, y que quieran crecer contigo, tiene un precio, aunque ten la seguridad de que se amortiza pronto. De lo contrario, si prefieres invertir en mobiliario y racanear en salarios, construirás una plantilla de monos. De los que se pasan el día calentando la silla y comiendo cacahuetes.
La frase: “Si pagas con cacahuetes, solo puedes aspirar a contratar monos”, queda relegada a un segundo puesto por estos listillos que tras un discurso de lo más inspirador intentan pagarte nada por tu trabajo, alegando que la cosa está muy mala, pero que con ilusión y constancia llegarán los resultados, llegarán más proyectos y entonces será cuando se verán los beneficios.
Si eres bueno en algo, no lo hagas gratis
¡Ah! Y si de repente te encuentras negociando con tu jefe que te regatea, te intenta imponer un precio o simplemente tú sabes que lo que te pide no vale lo que está dispuesto a pagar, tómate un minuto, sitúate delante del espejo y asegúrate de que no se te está poniendo cara de mono.
Vivimos en unos tiempos en los que el precio de casi todo es lo único que parece importar. La calidad es algo de mínimos. Con llegar al 5 es más que suficiente. El problema es que esta tendencia también se está expandiendo al mundo laboral.
Lo barato sale caro. Definitivamente. Alta rotación, ínfima satisfacción laboral, pésimo servicio, clientes insatisfechos, y el ingenuo empresario todavía preguntándose qué habrá hecho para merecerse tal calvario, con la de encajes de bolillos que ha tenido que hacer para montar el chiringuito.No voy a ser yo quien ponga en duda esa buena voluntad, pero da la impresión de que a los responsables de establecer la política retributiva se les ha escapado un matiz que no es precisamente irrelevante: el personal, viciosos que son, además de querer recibir un trato exquisito - faltaría más -, quiere ganar su dinerito para pagar sus cositas: luz, agua, comida, hipoteca,...y darse de tanto en tanto un capricho y poder ir al cine con la familia. O tomarse una caña con los amiguetes. Poner la estrategia salarial en la cola del plan de negocio, como un mal necesario, lleva a lo que lleva.
Hoy hablaré de “esas personas” que piensan que tu porcentaje de buena fe es directamente proporcional a la estupidez que albergas. Gente que trata de aprovecharse de ti con una verborrea digna del mejor charlatan vendehumos.
Y es que no te puedes llevar las manos a la cabeza y pensar que estás siendo víctima de una conspiración de la competencia si has estado días y días examinando con lupa los costes de las materias primas, los plazos con los proveedores, los gastos en energía y transporte,..etc, etc y luego has pasado de largo y de puntillas respecto a las retribuciones y los incentivos, recurriendo al comodín del "según convenio". Muy fácil, muy legal, pero la experiencia dice que no siempre lo más conveniente: conlleva un elevado riesgo de fugas. Y no precisamente de agua.
Convéncete: tener colaboradores valiosos, comprometidos, y que quieran crecer contigo, tiene un precio, aunque ten la seguridad de que se amortiza pronto. De lo contrario, si prefieres invertir en mobiliario y racanear en salarios, construirás una plantilla de monos. De los que se pasan el día calentando la silla y comiendo cacahuetes.
La frase: “Si pagas con cacahuetes, solo puedes aspirar a contratar monos”, queda relegada a un segundo puesto por estos listillos que tras un discurso de lo más inspirador intentan pagarte nada por tu trabajo, alegando que la cosa está muy mala, pero que con ilusión y constancia llegarán los resultados, llegarán más proyectos y entonces será cuando se verán los beneficios.
Si eres bueno en algo, no lo hagas gratis
¡Ah! Y si de repente te encuentras negociando con tu jefe que te regatea, te intenta imponer un precio o simplemente tú sabes que lo que te pide no vale lo que está dispuesto a pagar, tómate un minuto, sitúate delante del espejo y asegúrate de que no se te está poniendo cara de mono.
Carta abierta a ese empresario que no encuentra talento
Parece ser que en estos tiempos difíciles de paro desbocado, no
encuentras a los profesionales que necesitas en tu empresa. Y parece, de
acuerdo a un estudio reciente de Adecco e Infoempleo —en el que se basa
el artículo de El Confidencial—, que las razones principales son que o
bien los candidatos no tienen las competencias necesarias para el
trabajo, o bien las tienen pero esperan cobrar demasiado por ello.
¡Qué triste paradoja esta! Solo puedes/quieres pagar lo que no te sirve.
Bueno, déjame que te explique una cosa: como tú eres el empresario, tú tienes la pasta. Eso significa que eres el comprador. De lo cual se deduce que el candidato a un puesto de trabajo no es ningún candidato, es un vendedor que vende un producto/servicio, a saber: su tiempo y su conocimiento experto.
Así que entonces el problema es que el producto que tú quieres está a la venta, pero no al precio que quieres. O dicho de otra manera, los vendedores, que son muy cucos, están buscando mejores clientes a los que venderles su producto/servicio. Ellos saben que cada unidad de tiempo solo puede venderse una vez, y además saben que el stock disponible es muy escaso: cada vendedor solo puede vender una fracción de su propio tiempo, porque el resto lo necesita para lo que podríamos denominar «vivir».
Esta es una revelación que a más de uno le resultará chocante, y no debería: el trabajo es una mercancía más y está sujeta a las leyes de oferta y demanda como cualquier otra. «El talento escasea» significa que la demanda supera a la oferta, y cuando esto ocurre, el precio sube. Hay menos unidades de trabajo a la venta de lo que el mercado necesita.
Dicho de otro modo, querido empresario: tú eres el comprador, tú tienes la pasta, tú tienes las expectativas de precio, tú eres el que no encuentra el producto que quieres al precio que quieres. Los candidatos no tienen «altas expectativas salariales». El que tiene las expectativas equivocadas eres tú.
Y yo sé todo esto porque…
Yo sé todo esto porque soy un «vendedor» que ha encontrado un buen «comprador»: hace año y medio fiché por X-Team, una empresa con sede social en Australia que me puso a trabajar para la central en Los Ángeles del canal FOX de televisión, y aquí estoy, trabajando para una gigantesca corporación internacional, en pijama.
También sé todo esto porque X-Team no es mi primera empresa extranjera. Anteriormente había trabajado para una empresa canadiense, Karelab, también a distancia, y había hecho unas prácticas en un estudio de diseño, Wolfgang, en Suecia. Es decir, que sabía bien lo que había al otro lado de la valla.
Yo sé lo que valgo. Yo sé la cantidad de valor que puedo aportar a una empresa. No me vengas con que mis expectativas salariales son altas. No me vengas con que es mucho dinero, porque no es mi problema. No me vengas con que la vida esto y aquello, o que hay que arrimar el hombro, o que esto es lo que hay, o que soy un privilegiado, o que no sé cómo son las cosas. Yo sé cómo son las cosas. Y las cosas, tus cosas, no son mi problema. Mi problema es vender mi tiempo al mejor precio, en las mejores condiciones posibles. Todo lo demás es problema tuyo, y no me interesa.
Pero no hace falta que me creas a mí
No hace falta porque tengo algo mejor: uno de los tuyos. Un empresario, un directivo, un pez gordo, un abanderado del capitalismo chachi —él está en el lado con corbata del capitalismo—, un hombre al que llaman «el gurú de gurús», y autor del famoso libro En busca de la excelencia: Tom Peters.
- Si quieres que algo se haga, contrólalo.
- Si quieres que algo se haga mejor, págalo. Si quieres que algo se haga mucho mejor, págalo mucho mejor.
No lo digo yo. Lo dice un señor blanco, anglosajón, con corbata y un MBA de Stanford.
Tú verás.
¡Qué triste paradoja esta! Solo puedes/quieres pagar lo que no te sirve.
Bueno, déjame que te explique una cosa: como tú eres el empresario, tú tienes la pasta. Eso significa que eres el comprador. De lo cual se deduce que el candidato a un puesto de trabajo no es ningún candidato, es un vendedor que vende un producto/servicio, a saber: su tiempo y su conocimiento experto.
Así que entonces el problema es que el producto que tú quieres está a la venta, pero no al precio que quieres. O dicho de otra manera, los vendedores, que son muy cucos, están buscando mejores clientes a los que venderles su producto/servicio. Ellos saben que cada unidad de tiempo solo puede venderse una vez, y además saben que el stock disponible es muy escaso: cada vendedor solo puede vender una fracción de su propio tiempo, porque el resto lo necesita para lo que podríamos denominar «vivir».
Esta es una revelación que a más de uno le resultará chocante, y no debería: el trabajo es una mercancía más y está sujeta a las leyes de oferta y demanda como cualquier otra. «El talento escasea» significa que la demanda supera a la oferta, y cuando esto ocurre, el precio sube. Hay menos unidades de trabajo a la venta de lo que el mercado necesita.
Dicho de otro modo, querido empresario: tú eres el comprador, tú tienes la pasta, tú tienes las expectativas de precio, tú eres el que no encuentra el producto que quieres al precio que quieres. Los candidatos no tienen «altas expectativas salariales». El que tiene las expectativas equivocadas eres tú.
Y yo sé todo esto porque…
Yo sé todo esto porque soy un «vendedor» que ha encontrado un buen «comprador»: hace año y medio fiché por X-Team, una empresa con sede social en Australia que me puso a trabajar para la central en Los Ángeles del canal FOX de televisión, y aquí estoy, trabajando para una gigantesca corporación internacional, en pijama.
Trabajo
en mi casa y Gollum revisa mi trabajo.
También sé todo esto porque X-Team no es mi primera empresa extranjera. Anteriormente había trabajado para una empresa canadiense, Karelab, también a distancia, y había hecho unas prácticas en un estudio de diseño, Wolfgang, en Suecia. Es decir, que sabía bien lo que había al otro lado de la valla.
Yo sé lo que valgo. Yo sé la cantidad de valor que puedo aportar a una empresa. No me vengas con que mis expectativas salariales son altas. No me vengas con que es mucho dinero, porque no es mi problema. No me vengas con que la vida esto y aquello, o que hay que arrimar el hombro, o que esto es lo que hay, o que soy un privilegiado, o que no sé cómo son las cosas. Yo sé cómo son las cosas. Y las cosas, tus cosas, no son mi problema. Mi problema es vender mi tiempo al mejor precio, en las mejores condiciones posibles. Todo lo demás es problema tuyo, y no me interesa.
Pero no hace falta que me creas a mí
No hace falta porque tengo algo mejor: uno de los tuyos. Un empresario, un directivo, un pez gordo, un abanderado del capitalismo chachi —él está en el lado con corbata del capitalismo—, un hombre al que llaman «el gurú de gurús», y autor del famoso libro En busca de la excelencia: Tom Peters.
- Si quieres que algo se haga, contrólalo.
- Si quieres que algo se haga mejor, págalo. Si quieres que algo se haga mucho mejor, págalo mucho mejor.
No lo digo yo. Lo dice un señor blanco, anglosajón, con corbata y un MBA de Stanford.
Tú verás.
miércoles, 18 de octubre de 2017
Las empresas que regularmente concedían cestas de Navidad a sus empleados están obligadas a seguir haciéndolo. Así lo establece una sentencia dictada por el Tribunal Supremo, que sienta jurisprudencia, y en la que se establece que las cestas de Navidad son un derecho adquirido por los trabajadores que se ha de respetar.
El fallo del Supremo modifica así la disposición de las empresas con respecto a esta retribución, que defendían no estar obligadas a mantener por tratarse de un acto de generosidad hacia los empleados. Ahora, las compañías que ofrecían regularmente a sus trabajadores una cesta de Navidad deben seguir haciéndolo, independientemente de la situación económica que atraviesen.
La sentencia, a la que ha tenido acceso el diario Expansión, es el resultado de un litigio con una empresa que dejó de entregar esta retribución a sus trabajadores tras fusionarse con otra compañía que no tenía esta costumbre. Según el tribunal, este derecho no se ve afectado por una operación de fusión empresarial y, en todo caso, "no permite que pueda ser suprimido de forma unilateral".
Amplía que al tratarse de una concesión de carácter colectivo, el beneficio de la cesta de Navidad no se puede modificar o suprimir unilateralmente, sino que se debe adoptar una solución acordada, tal como establece el Estatuto de los Trabajadores.
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