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jueves, 19 de octubre de 2017
Albert Einstein “Todos somos genios, pero si juzgas a un pez por su
habilidad de trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un
inútil”.
No hay vuelta de hoja. Tanto das, tanto recibes.
Y si esa verdad de Perogrullo no entra en las cabezas de quienes
diseñan las políticas retributivas de una organización, vamos todos
apañados: los que cobran y los que pagan. Los que cobran porque van a
pasarse el día apuntándose a ofertas de trabajo más atractivas, y los que pagan porque se pasarán el día poniendo anuncios o buscando candidatos para reemplazar las previsibles bajas.
Vivimos en unos tiempos en los que el precio de casi todo es lo único que parece importar. La calidad es algo de mínimos. Con llegar al 5 es más que suficiente. El problema es que esta tendencia también se está expandiendo al mundo laboral.
Hoy hablaré de “esas personas” que piensan que tu porcentaje de buena fe es directamente proporcional a la estupidez que albergas. Gente que trata de aprovecharse de ti con una verborrea digna del mejor charlatan vendehumos.
Y es que no te puedes llevar las manos a la cabeza y pensar que estás siendo víctima de una conspiración de la competencia si has estado días y días examinando con lupa los costes de las materias primas, los plazos con los proveedores, los gastos en energía y transporte,..etc, etc y luego has pasado de largo y de puntillas respecto a las retribuciones y los incentivos, recurriendo al comodín del "según convenio". Muy fácil, muy legal, pero la experiencia dice que no siempre lo más conveniente: conlleva un elevado riesgo de fugas. Y no precisamente de agua.
Convéncete: tener colaboradores valiosos, comprometidos, y que quieran crecer contigo, tiene un precio, aunque ten la seguridad de que se amortiza pronto. De lo contrario, si prefieres invertir en mobiliario y racanear en salarios, construirás una plantilla de monos. De los que se pasan el día calentando la silla y comiendo cacahuetes.
La frase: “Si pagas con cacahuetes, solo puedes aspirar a contratar monos”, queda relegada a un segundo puesto por estos listillos que tras un discurso de lo más inspirador intentan pagarte nada por tu trabajo, alegando que la cosa está muy mala, pero que con ilusión y constancia llegarán los resultados, llegarán más proyectos y entonces será cuando se verán los beneficios.
Si eres bueno en algo, no lo hagas gratis
¡Ah! Y si de repente te encuentras negociando con tu jefe que te regatea, te intenta imponer un precio o simplemente tú sabes que lo que te pide no vale lo que está dispuesto a pagar, tómate un minuto, sitúate delante del espejo y asegúrate de que no se te está poniendo cara de mono.
Vivimos en unos tiempos en los que el precio de casi todo es lo único que parece importar. La calidad es algo de mínimos. Con llegar al 5 es más que suficiente. El problema es que esta tendencia también se está expandiendo al mundo laboral.
Lo barato sale caro. Definitivamente. Alta rotación, ínfima satisfacción laboral, pésimo servicio, clientes insatisfechos, y el ingenuo empresario todavía preguntándose qué habrá hecho para merecerse tal calvario, con la de encajes de bolillos que ha tenido que hacer para montar el chiringuito.No voy a ser yo quien ponga en duda esa buena voluntad, pero da la impresión de que a los responsables de establecer la política retributiva se les ha escapado un matiz que no es precisamente irrelevante: el personal, viciosos que son, además de querer recibir un trato exquisito - faltaría más -, quiere ganar su dinerito para pagar sus cositas: luz, agua, comida, hipoteca,...y darse de tanto en tanto un capricho y poder ir al cine con la familia. O tomarse una caña con los amiguetes. Poner la estrategia salarial en la cola del plan de negocio, como un mal necesario, lleva a lo que lleva.
Hoy hablaré de “esas personas” que piensan que tu porcentaje de buena fe es directamente proporcional a la estupidez que albergas. Gente que trata de aprovecharse de ti con una verborrea digna del mejor charlatan vendehumos.
Y es que no te puedes llevar las manos a la cabeza y pensar que estás siendo víctima de una conspiración de la competencia si has estado días y días examinando con lupa los costes de las materias primas, los plazos con los proveedores, los gastos en energía y transporte,..etc, etc y luego has pasado de largo y de puntillas respecto a las retribuciones y los incentivos, recurriendo al comodín del "según convenio". Muy fácil, muy legal, pero la experiencia dice que no siempre lo más conveniente: conlleva un elevado riesgo de fugas. Y no precisamente de agua.
Convéncete: tener colaboradores valiosos, comprometidos, y que quieran crecer contigo, tiene un precio, aunque ten la seguridad de que se amortiza pronto. De lo contrario, si prefieres invertir en mobiliario y racanear en salarios, construirás una plantilla de monos. De los que se pasan el día calentando la silla y comiendo cacahuetes.
La frase: “Si pagas con cacahuetes, solo puedes aspirar a contratar monos”, queda relegada a un segundo puesto por estos listillos que tras un discurso de lo más inspirador intentan pagarte nada por tu trabajo, alegando que la cosa está muy mala, pero que con ilusión y constancia llegarán los resultados, llegarán más proyectos y entonces será cuando se verán los beneficios.
Si eres bueno en algo, no lo hagas gratis
¡Ah! Y si de repente te encuentras negociando con tu jefe que te regatea, te intenta imponer un precio o simplemente tú sabes que lo que te pide no vale lo que está dispuesto a pagar, tómate un minuto, sitúate delante del espejo y asegúrate de que no se te está poniendo cara de mono.
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